Corteza crujiente, miga compacta y un sabor inconfundible: el Pan Toscano DOP es el símbolo de una antigua tradición que aún acompaña la vida cotidiana. ¿Su particularidad? Estrictamente sin sal: una elección arraigada en la historia y que con el tiempo se ha convertido en una auténtica seña de identidad. Pero la historia del pan en Toscana también nos habla de ingenio y adaptación. Cuando el trigo escaseaba, cada zona era capaz de reinventar su propia receta con lo que la tierra ofrecía: harina de maíz, castañas o patatas.
Cada bocado revela un fragmento de Toscana: tradiciones, sabores y recuerdos transmitidos a través de los siglos. He aquí cinco panes para degustar y recordar.
En las montañas de la Garfagnana, donde cada ingrediente cuenta historias de adaptación y creatividad, se ideó el pan de patatas, uno de los productos más representativos de la zona.
Lo que lo hace especial son las patatas rojas locales, ricas en agua y pobres en almidón, utilizadas antaño para compensar la escasez de harina. Hervidas y añadidas a la masa, confieren al pan una textura suave y húmeda que lo mantiene fragante durante mucho tiempo.
Todavía hoy se prepara según la tradición y se disfruta con embutidos y quesos locales, pero también es delicioso solo, recién cortado.
En las colinas de la Lunigiana, en Casola, pervive una antigua tradición con aroma a castañas y a horno de leña: es la Marocca de Casola, un pan oscuro y compacto elaborado con harina de castañas, trigo y patatas.
Concebido en tiempos de escasez, cuando el castaño ocupaba un lugar central en la dieta local, este pan narra la historia de una cocina sencilla y nutritiva, capaz de transformar lo que ofrece el bosque en un alimento cotidiano.
El nombre "Marocca" podría derivar de un término dialectal que significa algo duro y resistente –como este pan, de textura densa y sabor marcado.
Excelente con quesos frescos, miel o aceite virgen extra.
Conocido desde la Edad Media y vinculado a la historia de los peregrinos que recorrían la Vía Francígena, el Pan de Altopascio es uno de los símbolos del arte toscano de hacer pan.
Elaborado con harina de trigo, agua y levadura natural, se caracteriza por su corteza crujiente, su miga suave y su sabor equilibrado.
Según la tradición, el sabor único de este pan procede del agua local, que siempre se ha considerado especialmente adecuada para la fermentación. Aún hoy, Altopascio es conocido como el pueblo del pan.
En el territorio de Montignoso, entre la costa y las colinas de la provincia de Massa-Carrara, se elabora un pan con un carácter muy marcado: el Marocco de Montignoso.
Concebido en una época en la que el maíz era más barato y accesible que el trigo, este pan de sabor intenso se horneaba principalmente entre noviembre y enero, pero hoy en día se puede encontrar durante todo el año en las panaderías locales.
Elaborado con harina de maíz, trigo y levadura, se le añaden aceitunas negras, romero, ajo, salvia, guindilla y sal según una receta campesina vinculada a la tradición de la recolección de la aceituna.
Es un pan rústico y aromático que cuenta la historia de una cocina sencilla y de temporada profundamente arraigada a la tierra.
En los pueblos de la Lunigiana se conserva una de las tradiciones más antiguas de la cocina local: el Panigaccio de Podenzana, un pan ácimo con una historia centenaria.
Preparado a partir de una simple mezcla de harina de trigo, agua y sal, se hornea en características cazuelas de terracota, apiladas y calentadas en el fuego de la chimenea.
El resultado es un pan con forma de disco redondo y fino, que se toma caliente con embutidos y quesos locales.
Pero los panigacci también pueden reinventarse como primer plato, cortados y escaldados en agua hirviendo y aderezados después con pesto, salsa de carne o salsa de setas. También los hay en una deliciosa versión dulce con crema de avellanas.