
Existe una profunda conexión entre el vino y el territorio que rodea Florencia.
Un delicado equilibrio entre naturaleza, trabajo y tradición que también se refleja en el paisaje.
Basta con alejarse de la llanura occidental, más urbanizada, para hallarse entre hileras ordenadas, fincas agrícolas y colinas salpicadas de viñedos.
Aquí, la Sangiovese, la uva tinta más extendida en Italia, define la identidad de los vinos locales.
La viticultura en estas zonas recae a menudo en pequeñas empresas familiares, que conservan conocimientos ancestrales y mantienen vivo el vínculo con la tierra.
Las colinas, sobre todo al este y al sur de Florencia, narran una historia hecha de gestos tradicionales, vendimias y paisajes moldeados por el trabajo agrícola.
En este contexto nacen dos de las expresiones más representativas del Chianti DOCG: Chianti Colli Fiorentini, que rodea la ciudad en un suave abrazo, y Chianti Rufina, producido en el valle del río Sieve.
Dos territorios contiguos, pero capaces de ofrecer vinos que difieren en carácter, estructura y armonía. Ambos hablan de la misma profunda pasión por el vino y por las colinas que durante siglos han diseñado el rostro de esta parte de Toscana.
Las colinas que rodean Florencia desde siempre han albergado viñedos, de los que procedía el vino producido por las familias nobles que tenían aquí sus residencias de campo y pabellones de caza. En la subcomarca de Colli Fiorentini se producen algunos de los mejores vinos de los alrededores de la ciudad. Un vino "moderno", con cuerpo pero nunca excesivo, colores brillantes, aromas frescos y bien equilibrado: estas son las características más evidentes de los vinos Chianti Colli Fiorentini, aunque con las diferencias de cada zona por la diversidad de los suelos, los distintos microclimas y la interpretación personal de cada viticultor.
El Chianti Colli Fiorentini abarca los municipios de Fiesole, Lastra a Signa, Impruneta, Bagno a Ripoli, Rignano sull'Arno, Figline e Incisa Valdarno, Pelago, Pontassieve y parte del de Reggello.
El símbolo del Consorcio es el Marzocco, el león que sostiene el lirio florentino en lo alto de la torre del Palazzo Vecchio.
Sólo está disponible en el mercado a partir del 1 de septiembre, aproximadamente un año después de la vinificación.
‘Rùfina’ es una subcomarca del Chianti, situada en el valle del río Sieve y bordeada por colinas que se extienden hacia los Apeninos. El origen de la viticultura en esta zona es muy antiguo; baste decir que los vinos de estas tierras ya gozaban de renombre antes de la época del Gran Ducado.
El Chianti Rùfina necesita un periodo de tiempo para su estabilización, después madura en botella y adquiere su característico color rojo rubí con reflejos granates. En cuanto al calendario, el Chianti Rùfina sólo puede comercializarse a partir del 1 de septiembre del año siguiente a la vendimia.
En la misma zona, en Pomino, una aldea del municipio de Rufina, las condiciones –dado el entorno semimontañoso– son idóneas para producir vinos blancos y tintos muy elegantes y ricos en aromas.
La pequeña superficie y la producción limitada no han impedido que el vino Pomino DOC sea apreciado internacionalmente, en sus diferentes tipos: tinto, blanco, reserva y vin santo (vino dulce).
La producción vitivinícola que caracteriza esta zona, con sus numerosas empresas agrícolas diseminadas entre las colinas por el campo, es una forma de continuar, orgullosamente, una tradición siempre dispuesta a renovarse, así como a presentarse al público –incluidos los turistas– en eventos públicos como ferias, fiestas o festivales gastronómicos.
Las principales citas que ponen énfasis en la producción vinícola son (por orden cronológico):
y, por último, en todos los pueblos se celebran estos dos eventos promovidos por Movimento Turismo del Vino in Toscana: Cantine Aperte a finales de mayo, y Calici di Stelle en agosto (con jornada destacada el día 10).