La castaña, tesoro de las montañas de Pistoia

Uno de los símbolos del otoño es sin duda la castaña, hasta hace unas décadas recurso fundamental para la alimentación y la economía de la población de las montañas de Pistoia. Recolectadas entre octubre y noviembre, se secaban sobre esterillas de caña, o en metati (secaderos de castañas) unos 40-50 días a fuego lento, después se pelaban y se transformaban en una harina dulce, base de platos típicos dulces y salados.

No muy lejos de Pistoia, en el valle de Orsigna, conocido por ser el lugar donde el periodista y escritor Tiziano Terzani veraneaba ya de niño y donde eligió pasar los últimos años de su vida, aún es posible visitar algunos edificios históricos dedicados a la elaboración de castañas, como el metato (secadero) y el antiguo Molino di Giamba. Este último, gracias a la fuerza del agua que fluye por el valle, producía una excelente harina dulce. Tanto el secadero como el molino forman parte del Itinerario de la Vida cotidiana del Ecomuseo de la Montaña de Pistoia, importante institución cultural comprometida con la valorización y preservación de las tradiciones locales y el saber popular.

Pero de secaderos de castañas y castañares hay por toda la zona de las montañas de Pistoia, no solo en el valle del Orsigna, y el otoño es la estación ideal para descubrirlos, paseando entre los cálidos colores del follaje y aprovechando para sumergirse en la cocina tradicional. Los necci, sabrosas crepes finas hechas con queso ricota de oveja, y el castagnaccio, típico dulce rústico, ambos hechos amasando agua y harina de castañas, eran algo cotidiano en los Apeninos de Pistoia y aún siguen contando a las nuevas generaciones el profundo vínculo entre el hombre y esta tierra.