
Acostumbrados como estamos a todas las comodidades y medios de transporte capaces de recorrer largas distancias en poco tiempo, hacer un viaje a pie casi parece un acto revolucionario. Pero, ¿por qué se ha redescubierto el placer de la lentitud? ¿Será por el deseo de encontrar otras personas y compartir con ellas o el de sumergirse en una dimensión más espiritual?
Quienes recorren caminos históricos, como la Vía Francígena lo hacen por diversas razones. Veamos cifras que puedan darnos una idea de la situación, con estimaciones indicativas pero muy interesantes.
Si analizamos los datos de 2024 recogidos por viefrancigene.org descubriremos que la Francígena la recorren personas de más de 50 naciones y es ya un símbolo del viaje lento que permite estar en contacto con la naturaleza pero también alcanzar destinos de interés turístico. La mayoría de los caminantes son italianos (70,7%) –seguidos de franceses y estadounidenses–, con un aumento en general de peregrinos jóvenes.
El podio es totalmente toscano: Lucca, Siena y San Miniato son los principales puntos de partida y llegada, y se consideran las paradas más bellas. Inmediatamente después vienen Altopascio, Gambassi Terme y San Gimignano. Toscana se confirma como la tierra más frecuentada por los caminantes, habida cuenta de toda la ruta europea.
Otra cifra de gran interés: el 87% de los viajeros que recorren la Francígena lo hacen a pie, el 13% restante utiliza la bicicleta. ¿Mes favorito para caminar? Abril, seguido de agosto.
A la luz de los datos recogidos, he aquí cuatro de las principales razones para emprender un viaje lento, por qué no por la Vía Francígena, que está a las puertas de convertirse en Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Un viaje a paso lento por caminos históricos es una oportunidad preciosa para encontrarse con otros viajeros, caminando codo con codo, ofreciendo y recibiendo sonrisas, animándose mutuamente o charlando sobre la ruta. Te encontrarás a un amigo o a alguien que acabas de conocer con quien compartir momentos de silencio y contemplación, en medio de paisajes sin límites, pequeños pueblos, ciudades de arte, imágenes que guardarás dentro de ti, entre los más bellos recuerdos.
La hospitalidad de Toscana te permite conocer las historias y secretos de los pequeños pueblos y encontrarte con lugareños dispuestos a ofrecerte un momento de refrigerio. Hay lugares como Altopascio que cuentan con una larga tradición de hospitalidad: aquí los Caballeros de Tau construyeron un hospital para reconfortar a los viajeros agotados por el viaje, y en 1232 una regla daba "derecho al pan" gratis a los que pasaban por allí.
La hospitalidad religiosa en la Toscana tiene historias que contar: en Siena, Suor Ginetta es la monja que se hizo famosa por haber dedicado más de 20 años a ayudar a los necesitados y echar una mano a los peregrinos de la vía Francígena. Como ella, aún hoy en día hay mucha gente dispuesta a darte la bienvenida, contarle anécdotas y darte a probar sabrosos platos tradicionales toscanos, perfectos para calentar el corazón y reconfortarse.
Si recorres la Vía Francígena en su paso por Toscana podrás elegir entre 16 etapas (con tres variantes) que atraviesan paisajes cambiantes, tanto montañas como colinas, pueblos como ciudades de arte. Cada lugar tiene mucho que contar y un encanto único e inagotable.
Desde el Paso de Cisa se llega a Lunigiana, tierra de confines salpicada de castillos rodeados de verdor. Las statue stele (estatuas estela) de Pontremoli te sorprenderán, en un viaje al pasado. Luego nos acercamos a la costa y llegamos a Massa, con su imponente castillo, a la sombra de los Alpes Apuanos. Desde la Riviera Apuana llegamos a Versilia –y a la "pequeña Atenas" Pietrasanta, tierra de arte contemporáneo– y luego a Lucca, ciudad de las cien iglesias y sede de El Santo Rostro. Continuando nuestro camino, llegamos a Altopascio, conocido por su pan, símbolo de hospitalidad, y atravesamos la comarca Terre di Pisa (San Miniato, donde se produce una excelente trufa). Por el camino nos encontramos con Gambassi Terme y sus aguas termales, San Gimignano y sus torres, la fortificada Monteriggioni y la espléndida Siena, un tesoro de arte y cultura.
Desde el inconfundible paisaje de las comarcas Crete Senesi y Val d'Arbia llegamos a Val d'Orcia, patrimonio de la Unesco, con San Quirico d'Orcia y Bagno Vignoni. Atravesamos la zona del Monte Amiata para alcanzar Radicofani y desde aquí iniciamos la primera etapa que llega al Lacio, en Acquapendente.
En los casi 400 kilómetros toscanos del camino hay mucho que ver y volver a ver, con el entusiasmo de quien viaja saboreando cada momento.
Caminar es una cura física y mental. Respirar aire puro, sumergirse en la naturaleza y hacer ejercicio contribuyen al bienestar personal general.
Y al final del trayecto, tras horas de marcha, uno se ve recompensado sin duda por una profunda satisfacción, por una sensación de calma que se antepone al cansancio.
Para recargarse de energía es muy importante alejarse del caos y la rutina del tráfico, las agendas apretadas, la hiperconexión y la disponibilidad constante. Paso a paso, siguiendo el propio ritmo, envueltos en un silencio sólo interrumpido por los sonidos de la naturaleza y los propios pasos, es más fácil entrar en contacto con sí mismo, hacerse preguntas, escuchar la voz interior y acercarse a lo más profundo de sí mismo, dejando atrás las preocupaciones cotidianas que, de repente, parecen aligerarse.
El destino de una peregrinación es un lugar sagrado que convierte el viaje en símbolo de un mayor acercamiento a la propia fe. Se hace superando límites y, en ocasiones, dificultades. Sólo así es posible transformarse, renovarse: por eso se dice que un viaje tiene la capacidad de cambiarte.
Abraham, en la Biblia, es descrito como un hombre en viaje, que deja su tierra y la casa de su padre para llegar a la Tierra Prometida. Del mismo modo, Jesús partió de Galilea hacia Jerusalén, exhortando a los discípulos a seguir sus pasos.
Con ocasión del Jubileo 2025 recorrer un sendero permite a los cristianos admirar la belleza de la creación, "expresión esencial de la fe en Dios", como dice papa Francisco en una carta reciente.
En Toscana, además de la Vía Francígena, que sigue los pasos del arzobispo Sigerico desde Canterbury hasta Roma, puedes recorrer nueve caminos oficiales salpicadas de bellezas históricas, iglesias, reliquias, abadías. Tomemos, por ejemplo, la Via di Francesco, un entrelazado de rutas que pasan por los lugares de San Francisco de Asís, como el Santuario della Verna (Santuario del Alverna), donde el patrón de Italia recibió los estigmas.
En un momento histórico tan delicado, embarcarse en una peregrinación es una forma de compartir virtualmente la experiencia de quienes se ven obligados a viajar huyendo de las guerras, en busca de la paz.