La Vía Romea Germánica es un antiguo camino que discurre desde la ciudad de Stade, en Alemania, hasta Roma, en una sucesión de paisajes y lugares fascinantes. En las etapas que atraviesan Toscana se encuentran numerosas bellezas que pertenecen tanto a la mano del hombre como al encanto de la naturaleza.
Bosques y selvas acompañan a los peregrinos en la primera parte del viaje, mientras que las ciudades que se encuentran sucesivamente custodian verdaderos tesoros artísticos. Entre Arezzo y Cortona, pasando por Castiglion Fiorentino, es posible admirar obras de inmenso valor, obras maestras eternas que asombran desde hace siglos.
La Basílica de San Francisco, en la plaza principal de Arezzo, conserva uno de los ciclos de frescos más famosos de la historia del arte: las Historias de la Vera Cruz de Piero della Francesca. Referencia de la pintura renacentista, el artista pintó esta obra maestra entre los años 1452 y 1466, inspirándose en la Biblia y en la Leyenda Dorada, una colección de hagiografías medievales recopiladas por el Obispo Jacopo da Varagine.
El ciclo pictórico cobra vida en 12 escenas dentro de la capilla mayor, en un resplandor de figuras y colores; los frescos representan la historia de la madera con la cual se realizó la cruz de Cristo, empezando por los acontecimientos narrados en el Génesis. En las paredes de la capilla se encuentran las espléndidas figuras de Adán, la Reina de Saba, el Emperador Constantino y su madre Helena y, por último, el Emperador Heraclio que, tras haber llevado el madero sagrado a Jerusalén, concluye las Historias de la Vera Cruz.
La perfecta simetría y elegancia de los frescos se debe a un preciso criterio adoptado por Piero della Francesca, que prefería anteponer el orden estético a aquel cronológico: las escenas individuales, de hecho, no se presentan por orden de aparición, hasta el punto de que la escena final se muestra en la parte superior, y es la primera en el orden de disposición.
Castiglion Fiorentino, situado a lo largo de la Vía Romea Germánica a la salida de Arezzo, ofrece el espectáculo de las Logias de Vasari, ejemplo del genio arquitectónico del Renacimiento tardío.
Una serie de arcos de medio punto delimita el lado de la plaza municipal que se abre al valle inferior, creando un espléndido marco que embellece tanto el espacio urbano como el panorama, en una magistral obra de equilibrio y elegancia.
Aunque lleva el nombre de Vasari, la historia de la logia se remonta a la Edad Media: originalmente era una logia de madera -utilizada para el mercado- que fue renovada por primera vez por Leon Battista Alberti. La nueva estructura no tuvo una larga vida: pronto fueron necesarias nuevas obras de mantenimiento y renovación, que fueron encargadas a Vasari y tuvieron lugar entre los años 1560 y 1570.
Entre los principales cambios realizados en la logia figura la colocación del escudo de los Medici y, sobre todo, la adopción de la estética florentina: las columnas de piedra que contrastan con los enlucidos de la estructura recuerdan el estilo de Brunelleschi, ampliamente conocido por Vasari.
La última parte del itinerario en Toscana nos permite descubrir otra obra maestra del Renacimiento en el Museo Diocesano de Cortona. De hecho, una de sus salas alberga la famosa Anunciación pintada por Beato Angélico, obra realizada en temple sobre madera en el 1430.
Se conocen otras dos obras con tema de la Anunciación del mismo autor, conservadas en el Museo del Prado de Madrid y en la Basílica de Santa María de las Gracias de San Giovanni Valdarno. Aunque no hay certeza, se cree que la obra expuesta en Cortona fue la primera, y que las demás se realizaron más tarde, a raíz de su fortuna.
La influencia de Brunelleschi que se puede observar en la logia de Castiglion Fiorentino se aprecia también en el pórtico de la Anunciación, cuyas columnas vuelven a proponer el contraste entre el enlucido y la piedra, mientras que el estilo de las figuras y de toda la obra remite a los cánones estéticos de Masaccio y Masolino.
