
Viaje en bicicleta desde San Miniato hasta Siena
48 horas en bicicleta a lo largo de la Vía Francígena
Nunca tenemos suficiente tiempo. Hemos estado planeando viajes durante años que luego no hacemos. Este concepto, que creo que es bien compartido, se basa en la creencia de que toma mucho tiempo viajar en bicicleta. Hemos estado mirando los medios sociales y las fotos de gente que viaja durante meses, pero no entendemos que irse también puede ser una experiencia plausible.
Hace poco descubrí que se puede equipar la bicicleta con unas pocas bolsas, y a cuarenta minutos de Florencia, partir para pasar 48 horas entre la naturaleza y la cultura. Para quienes no lo sepan, desde San Miniato hasta Siena, hay un camino centenario a lo largo de las colinas con sus cipreses, que lleva hacia Roma a los peregrinos de todas partes de Europa. Me estoy refiriendo a la Vía Francígena Toscana. Esta camino también se puede hacer con bicicletas adecuadas, como una bicicleta de montaña o una buena bicicleta gravel o de viaje apropiada para caminos de tierra.


Desde San Miniato hasta Gambassi Terme, entre viñedos y colinas de arcilla
Temprano por la mañana, pero no muy temprano, engancho las bolsas en la bicicleta y reviso los frenos. Estoy engrasando la cadena y estoy pensando en lo que podría haber olvidado para pasar una noche fuera. Una vez que la bici está lista, una sonrisa se dibuja en mi cara y me dirijo hacia la estación ferroviaria. Desde Florencia son sólo 40 minutos y gracias a los trenes regionales el transporte de mi bicicleta cargada es realmente ecológico y sostenible.
Una vez llegado a la pequeña estación de San Miniato, activo mi navegador GPS para bicicletas, y me concedo un buen desayuno no muy lejos de allí. La Francígena me recibe enseguida con la subida a San Miniato, asfalto pero bastante empinada. Esta calle no es un paseo, sino un camino para los peregrinos. La unión de la fatiga y la alegría, juntas como partes indistintas.
Desde el pueblo encaramado la vista sobre la llanura de Fucecchio ya es impresionante, se atraviesa el pueblo con la plaza del municipio pavimentada y se sigue por calles estrechas que van hasta otra donde parece que las casas desaparecen. En muy poco tiempo sólo quedan las colinas y mi bicicleta. Después de unos pocos kilómetros, una curva en U me hace dejar el camino para entrar en la parte de tierra, y comienza la verdadera razón de mi desplazamiento. Las ruedas empiezan a chirriar sobre las rocas, las vibraciones aumentan, la dirección se vuelve más divertida de manejar. Delante de mí veo paisajes de fincas de estilo neogótico, viñedos y olivares.
Hasta Gambassi, primera etapa del día, casi nunca se toca el asfalto. Un tramo pasa en medio de un viñedo y en caso de lluvia es un poco resbaladizo, pero por lo demás es un terreno perfecto, algunos senderos, pero todos muy transitables. Hay un tramo, que no especificaré para no estropear el descubrimiento, donde me encontré solo frente a colinas con una alta concentración de arcilla. Durante la primavera, el suelo muy oscuro resalta todo tipo de flores y campos cultivados en las enclinadas dunas. El camino discurre en la parte de atrás de las colinas. Al final del verano, los campos en barbecho son oscuros y áridos, absorben toda la luz excepto la del camino, que, siendo de arcilla, se delinea de color más claro entre las dunas. Muchas son las casas abandonadas a lo largo del camino que vuelven esta experiencia aún más introspectiva y finalmente siento el anhelado silencio imposible de encontrar en la ciudad.
El camino de tierra termina y comienza un tramo de camino asfaltado hacia Gambassi Terme, pasando por la Parroquia Santa Maria a Chianni y el Hostal de Sigerico. Para llegar allí tenemos que subir una colina, pero te sugiero encarecidamente que te detenga y eches un vistazo a este encantador lugar. La estructura del Hostal, aparentemente muy antigua, tiene un patio interior que da a un jardín con numerosos olivos antiguos. Esta última ofrece una increíble vista del pueblo de Gambassi.
Los gerentes del Hostel son muy hospitalarios y puedes cargar las baterías si viajas en bicicleta eléctrica o simplemente tomarte un café y recuperarte de la subida. Continuando, se llega frente a la iglesia de los Santos Jacopo y Stefano, que nombro por dos razones. La primera es porque se pueden ver los cambios y renovaciones realizados a lo largo de los siglos, ya no es una iglesia románica, sino un edificio del siglo XX inspirado en la gloria medieval. La segunda es que frente a la iglesia comí uno de los mejores purés con lechón de mis varios viajes en Toscana. Quería hacértelo saber, porque una vez que llegues a esa iglesia, tu mayor deseo será comer algo.


Desde Gambassi Terme hasta San Gimignano, la ciudad de las torres
Dejando el pueblo y yendo hacia las colinas, el camino desaparece de nuevo. En este tramo tendrás más camino. Una bicicleta cargada para un viaje largo sería demasiado pesada, mientras que mi bicicleta con poca carga es perfecta para este itinerario. Recuerda siempre que la facilidad de maniobrar la bicicleta en estos casos es diferente: incluso con unas pocas bolsas, la rueda delantera tiende a ser mucho más sensible en las curvas. Lo que me sorprende al dejar Gambassi Terme es que cambia casi completamente el territorio.
En cada valle que paso cambia el tipo de bosque, los panoramas varian con una velocidad extraordinaria. A esta altura ya he casi llegado a San Gimignano. También conocida como la ciudad de las torres, lleva en modo excelente su apodo. Y nada mejor que verla acercarse lentamente a las colinas con su torre Rognosa, una antigua prisión, y sus hermanas menores que sobresalen hacia el cielo. Verla,después de este hermoso paseo, me hace preguntar al viento cómo construyeron esas torres tan altas y estrechas, guardianes y mensajeros de los valles de Siena. Es realmente asombroso cómo un pueblo tan pequeño pueda haberse conservado. Recomiendo pasar por el pueblo a pie, ya que el número de turistas dentro de sus muros suele ser muy alto.
El sol se está poniendo, por suerte llegué al Hostel del Peregrino, mañana por la mañana me espera el resto del viaje. Pienso en los panoramas, a la proximidad a mi ciudad con las bocinas, pero finalmente me siento muy lejos de ella.


Desde San Gimignano hasta Monteriggioni, como un caballero medieval
El tramo para llegar a la "ciudad castillo" es quizás el más desafiante. Habiendo partido muy temprano, la niebla cubre cada valle de lo que ahora es la tierra de Siena. Delante de mí se abren más terrosos, con colinas bajas y repetidos altibajos.
A lo largo del camino también encuentro un pequeño vado, en un tramo de sendero bastante inclinado: con una buena bicicleta se puede hacer sin problemas, pero te recuerdo que hay que tener siempre cuidado cuando se vadea en un torrente. Mi consejo en los vados o charcos profundos y largos es poner una marcha sencilla y nunca dejar de pedalear. Será más el temor que el peligro, en unos segundos estarás fuera del agua. Si no te apetece, no dudes en bajar de la bicicleta, tus zapatos se secarán rápidamente pedaleando.
El terreno cambia en las dos provincias entre Florencia y Siena, se vuelve notoriamente más rojo y compacto, aumenta el agarre de los neumáticos y el descenso es más agradable. Llegando hacia Monteriggioni señalo un pequeño pueblo-monasterio que aparecerá escondido a la derecha del camino, Abbadia a Isola. En su claustro románico, cada año, en septiembre, se organiza el festival de viajes lentos Fiesta del Viaje Lento que te lo recomiendo. Una vez visitada la abadía, ahora Monteriggioni y su recinto amurallado con sus torres están más cerca del horizonte.
Un último tramo de camino de tierra me divide de la subida al pueblo, muy laborioso, pero una vez que entro por la puerta norte de la ciudad me siento como un caballero que por fin ha llegado a destino.


Desde Monteriggioni hasta Siena, hacia la patria del Palio
El último tramo hasta Siena discurre sobre el asfalto, pero diría que después de todos estos kilómetros de camino de tierra y sobre todo después del tramo para llegar a Abbadia a Isola, un poco de asfalto no está mal, en particular porque el recorrido curvilíneo termina directamente hacia Porta Camollia.
Después de unos diez kilómetros, entro en la patria del Palio, quizás la ciudad más medieval del mundo con sus calles, casas antiguas e iglesias de mármol. Llegar a través de estas calles hasta la Plaza del Campo ha sido una aventura que poco tiene que ver con mis fines de semana habituales. No me voy a detener en las extraordinarias maravillas de Siena, aconsejo solamente, tan pronto como pases por las puertas, aparcar la bicicleta (la mayor parte de Siena es zona peatonal) y entrar directamente en Plaza del Campo. Imagino los siglos pasados y bajo esos edificios me siento parte de ellos.
Desde Siena vuelvo a tomar el tren regional transportando mi bicicleta y regreso a mi casa, pensando que en sólo 48 horas colmé mis ganas de viajar, que es tan difícil de agotar, pero en este viaje seguramente he calmado por un tiempo.
