Las ruinas del Monasterio en Giugnano están situadas en un área correspondiente al valle del torrente Bai, en una posición central entre los pueblos Roccastrada y Montemassi, sobre un afloramiento rocoso de traquita.
En un mapa del 1076 se menciona por primera vez la existencia de un monasterio en Giugnano.
Se encuentra en un área muy importante para la familia de Maremma de los Aldobrandeschi que la abadía constituye un patrimonio de bienes raíces, cuya notable consistencia está registrada con el recibo con el cual Inocenzo II, en el 1140, confirmó a San Salvatore di Giugnano las propiedades en los territorios de Roccastrada, Grosseto y Ardenghesca, donde se encuentra otro importante monasterio benedictino, aquel de San Lorenzo, cerca de Civitella Marittima.
Un diploma del emperador Ottone IV informa que en el 1209 el monasterio de Maremma había sido puesto por el papa Inocencio III bajo la autoridad de la abadía cisterciense de San Galgano en Val di Merse.
Fue el lugar de una importante actividad metalúrgica, alimentada por los yacimientos de cobre plateado presentes en la zona, también de gran interés para el Municipio de Siena, que con la cesión de los derechos de propiedad de Aldobrandeschi del Castillo de Roccastrada, acabó reclamando para sí mismo todos los derechos mineros en el territorio.
Después del 1257 San Salvatore pasó de los cistercienses a los ermitaños agustinos, que lo poseían aún a principios del siglo XIV.
En este siglo las noticias de la abadía comenzaron a perderse por completo, hasta el punto de que en los Estatutos de Roccastrada del 1612, en la localidad de Giugnano, sólo se recuerda la presencia de un molino y de altos hornos.